lunes, 27 de abril de 2009

Memorias de un hombre muerto

Si pudiera contar una historia
narraría al tiempo como mi fiel escudero
y entre tanto que pienso en los recuerdos de mi olvido
asiento, con una rosa en los labios
mi cruel y desesperado destino.

El camino que mis ojos taciturnos han extraviado
lleva el tatuaje de cielos que se aniquilan,
cansados de sus verbos contraídos
se esparcen bajo la tormenta que lentamente se avecina.

Una cortina rasgada me mostró el mundo
amortajado de cenizas que mis pisadas iban dejando;
callado, en el abismo de mi inconsciente taciturno
nacían las aves de mi espacio, con sigilo caminando.

El racimo de los instantes congelados en segundos,
crueles espasmos de sonrisas apagadas,
ofuscados de placeres inmundos,
ofrecían el precio de habitaciones incendiadas.

Rápido como un beso furtivo
robado, casi secuestrado
la vida se fue desvaneciendo
impregnada de arrepentimientos que en el ayer he arrastrado.

Las raíces de mis entrañas que ruidosas se revelan
repiten sin cesar las voces de mi conciencia,
reprimen los gritos de las almas que celan
agónicas y extraviadas, cada instante de mis vivencias.

Hoy no lloro por estar triste
ni sonrío por estar feliz
ser un ente sin sentimientos, preso y libre
me hace pensar en lo insignificante que es morir.

Debajo de esta tierra sin vida
absurda, extraña y compartida
se retuercen las memorias sin sentido de un muerto que alucina
y entre sueños imposibles que en soledad se mimetizan.

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