domingo, 27 de septiembre de 2009

No es mi intención molestarte

Lanzo mis versos hacia el silencio
y en la complejidad de una sorpresa,
se aferran al metal que tiñe mis dedos.


No es mi intención molestarte,
pero no consigo encontrar - nos -.

Es mío tu vientre, Virginia

¡Virginia! souvenir de pieles en abismos
que se aíslan en el retroceso de un beso.
Arrebato de espejismos blancos,
tranparentes y ocultos bajo los brazos
que acurrucan marcas de caricias
atadas a un segundo que no es tuyo.


¡Virginia! te llamé entre manos agrietadas
y no encontré más que lenguas;
una copa envenenada de sudor
y un roce de dientes entrelazados.


Usurpé tu nombre y lo abracé a mi cintura.
Tropezando un par de veces en los hilos de sábana
que vistieron la semilla de mi ausencia,
te dibujé una mañana sin nubes
y una flor en el vientre que ayer tuyo,
hoy es mío.


¡Es mío tu vientre, Virginia!
Mío, como el acento que grabé en tu ombligo
al besar el borde de tu pelvis,
como el lecho agridulce que tejí al beber tus dedos.


Palpo las ansias que nacen en tu soledad
y me pierdo en el fuego que morirá en tu olvido.

viernes, 4 de septiembre de 2009

No fui programada para fingir


Te sumerges revoloteando
en la relajación de mis esquinas.
Viajas en tu terquedad,
-ilusionado-
sonriendo una victoria estancada en tu entrepierna.

...Pausa…

Insistes en resucitar los gemidos silenciosos
y yo,
montada en la capacidad de tu humanidad,
rasgando la pintura que enmarca mis sentidos,
despierto.

Consigo rozarte
sin penetrar el colchón bajo tu espalda.
Así naces bajo mis uñas
y yo muero en tus caderas,
tropezando en ojos cerrados
y cayendo por el costado de mi garganta.

Has cumplido al embestir mis extremos,
extenuando las razones
que arrastraron la cama hacia mi espera.

Desabotonando un beso
-te repito entre alientos-
que no fui programada para fingir.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Desarmonías cromáticas

Incendio las memorias
en un fulgor de fe empedernida.
Se oye la naturaleza de mis vergüenzas.
Rogando, a quien no perdona
la misericordia que perdí
en aquel lugar que iluminó sus sombras,
sucumbiendo a la partida de los ojos
que no callaron tras el porta retrato.
Hoy duelen sus pedazos,
aquellos gritos que quebraban sueños
se mezclaban en la sopa sin sal.
¿Olvidaremos el llanto prostituido?
¿Se borrará la sangre
que cubrió tus sábanas viejas?
No puedo oírte desde tan lejos.
Por más que grites
no alcanzo a pedirte perdón.
Mañana me levantaré temprano
y pintaré una piedra en tu nombre
desarmónica e infantil,
única y constante en sus matices.
Empolvada de flores
dibujaré el cielo que te prometí,
el que se nubló en la despedida
secuestrándote la sonrisa,
firmando el contrato que pisó el infierno.
Abandoné tus zapatos en la calle,
sin pedirle permiso al grifo de la esquina,
-pensándolo bien, no me despedí de él-
Te entrego mi copa rota,
¿Sabes?
-la quebré adrede-
tiene unas manchas de sangre,
tal vez un colgajo de piel en el borde.
Te la regalo,
será nuestro pacto.
Y si miras a contraluz,
el rojo cromático del cristal
escribirá mi nombre en la pared,
y el retrato de cuatro sombras abrazadas
sanará el dolor de tus labios.
-Te lo prometo-

(A quien me dijo: “Se puede perdonar, pero no olvidar”)

Peces