viernes, 19 de febrero de 2010

Cíclope de madera sin final feliz

Hoy desperté con el vaso medio vacío
recordando que me dormí sin vasos ni cigarros en la mesa.
Pude inventar una analogía
y declarar que fue tu presencia
-algo inmunda y perdida entre mis piernas-
la que invocó el trago amargo del licor sin hielo.
Esa amargura que deja la delicatesse
de un café manchado de tintas
y la canción olvidada de tus uñas.
Pero te vi despertar
y jugar con la sábana que dormía en el suelo;
te vi alimentar la marca de un silencio
que se hizo obra maestra en mi espalda
y te vi partir en dos
la huella que dejó el susurro de un te amo nunca escrito.
Abrí un ojo,
el otro se quedó pegado en el techo,
cerrado,
quizás llorando, pero lejos.
Con una dificultad casi inimaginable,
el cíclope de madera quemó tus pestañas
cegándote el vacío que dejaste bajo mi mano izquierda.

¿Ya te vas?
No te detengas,
que los finales felices no existen.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Los amantes se atragantan

Los amantes se atragantan,
escupen nimbos electrizados
y se preguntan
por qué una abeja amamanta a sus crías.
Quieren salir de un cajón vacío,
acicalar la herida que quedó abierta en la ventana
mientras oprimían la mano y las uñas
que escribían un cuento de juguetes resquebrajados.

Hoy el día es negro,
bizarro,
opaco
y se pronostica una lluvia de sal caliente.
Se bañarán los niños en la tormenta
y los ojos no serán ojos,
serán arañas que alimentan los frutos
de una discordia precipitada años atrás.
Las manos no serán manos,
serán pies con lenguas y mucosas deshidratadas;
los amantes ya no se atragantarán
y las abejas no amamantarán a sus crías.
Mañana no será hoy ni llegará a ser ayer.
No habrá cielo que cobije el “nosotros”,
ni un miserable vidrio
que seccione las venas deseosas de teñir el asfalto.

Pon tus dedos sobre los ojos
y presiona hasta tocar tus pensamientos;
hasta que el viento entre a los cartílagos
y te hable mi voz.

-“Speak to me”-

Háblame hasta resecar tu lengua,
hasta desgastar el vientre
que libera el mito diafragmático de tu aliento.
Háblame,
que mañana no será hoy ni ayer.
Háblame,
que mañana no nos atragantaremos.

Romperás en lluvia
y yo,
en la sal que avecina la tormenta.

Peces