sábado, 28 de marzo de 2009

La telaraña

La mujer que se mece en las hojas del árbol marchito
pálida por la espada que teje su afilado vestido
se hace tierra en el colgajo de la bandera infame de su patria olvidada.
Dilatada en la atmósfera de su sueño acabado
en un mar de supernovas que no siguen su rumbo.

Eres la unidad de la razón esparcida,
un ciego beso adormilado en el pecho palpitante de mi escultura,
la caricia de los muslos vívidos y deliciosos.

Eres la medianoche entre sábanas haciendo una sinfonía,
los poros rasgados del sudor naufragado.
La plegaria concreta y sutil del séptimo cielo,
el glaciar derretido del cuerpo tormentoso.

Entre colores cristalizados en la plata del techo incendiado
palomas llenas de historias refugiadas entre los surcos de tu piel extasiada
llegan junto al viajero perdido de calles oscuras.

La cena de una araña hambrienta tejiendo ilusiones
se torna la fiel compañera del fin de su profecía perdida
y así llega el silencio, una vez más, al cielo de mis percepciones.

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