miércoles, 24 de marzo de 2010

Me duele el brazo izquierdo

No se delatan por sí solos
aquellos estropajos que cubren
el cuadrado que enmarca tu perspectiva.
Me tropecé y te tropezaste
en la esquina de un fósforo apagado.
Cabalgando una pesadilla con dioses y santos que se reían,
que se esfumaban en la niebla azul petróleo de sus manos.
¿Era una muralla?
¿Era la muerte?
Si ponerse de pie resultó un descaro,
dormir resulta hoy, un lujo.
¿De dónde nacen los valores?
¿De dónde renace la fuerza?
Nos perdimos un par de días,
quizás entre la desesperación de lo inevitable.
Tengo sueño y no duermo.
Tengo miedo y no escapo.
He de enfrentar el lazo amargo de una caja vacía
y saltar detrás de un barco encallado en una reja.
Ya no espero,
ya no sonrío
ni como.
No tengo ganas
y de esas ganas se apaga la fuerza que duele en mi brazo izquierdo.
Sangran mis uñas
y pesa el cántaro de agua turbia que escribe “Tú”
en una hoja seca.

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