miércoles, 2 de septiembre de 2009

Desarmonías cromáticas

Incendio las memorias
en un fulgor de fe empedernida.
Se oye la naturaleza de mis vergüenzas.
Rogando, a quien no perdona
la misericordia que perdí
en aquel lugar que iluminó sus sombras,
sucumbiendo a la partida de los ojos
que no callaron tras el porta retrato.
Hoy duelen sus pedazos,
aquellos gritos que quebraban sueños
se mezclaban en la sopa sin sal.
¿Olvidaremos el llanto prostituido?
¿Se borrará la sangre
que cubrió tus sábanas viejas?
No puedo oírte desde tan lejos.
Por más que grites
no alcanzo a pedirte perdón.
Mañana me levantaré temprano
y pintaré una piedra en tu nombre
desarmónica e infantil,
única y constante en sus matices.
Empolvada de flores
dibujaré el cielo que te prometí,
el que se nubló en la despedida
secuestrándote la sonrisa,
firmando el contrato que pisó el infierno.
Abandoné tus zapatos en la calle,
sin pedirle permiso al grifo de la esquina,
-pensándolo bien, no me despedí de él-
Te entrego mi copa rota,
¿Sabes?
-la quebré adrede-
tiene unas manchas de sangre,
tal vez un colgajo de piel en el borde.
Te la regalo,
será nuestro pacto.
Y si miras a contraluz,
el rojo cromático del cristal
escribirá mi nombre en la pared,
y el retrato de cuatro sombras abrazadas
sanará el dolor de tus labios.
-Te lo prometo-

(A quien me dijo: “Se puede perdonar, pero no olvidar”)

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