sábado, 23 de mayo de 2009

Talcahuano

Nací entre los roqueríos de un puerto de grandes avenidas
conociendo su historia entre el hierro forjado y la sal.
Saludando a los viejos lobos de mar
me torné parte de su sangre, de su herencia.

La lluvia ha cubierto los techos de lata
los que salen volando durante los voraces temporales
inundando las poblaciones que hacen revencia a los cerros
alzados al compás de las industrias del puerto pesquero.

Al graznido de las gaviotas, el amanecer retorna a mis ojos
el mar, tantas veces sepulcro de almas perdidas
idolatra al cielo que se mece sobre las nubes atrevidas
amenazando volcarse sobre los mechones de mi cabello.

¿Podré alejar mis pasos de estas calles rotas?
Cuando sólo la locura de los borrachos en las esquinas,
despiertan al viejo puerto luego de la farra sin causa
cantando la plegaria del himno de sus sueños.

Si de tí, puerto querido, vuelvo a partir
será este el legado de mi cariño.
Si volviera a equivocarme una vez más al irme de aquí
serás el nido, Talcahuano de mi vida,
del silencio que en mi cerro hoy habita.

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