lunes, 27 de enero de 2014

Sí, me quieres



¿Y cómo he de apagar ahora el frío de tus pestañas,
cuando sé que no me amas, corazón?

Que a veces me quieres
como se quiere al sol,
al mar,
como al aire.

Que a veces me quieres
cuando falta humedad
y cuando llueves.

Y yo.
Y yo, que te quiero como Neruda.
En sonetos,
en odas,
entre verbos,
metáforas y estrofas.

Yo,
que mezclo el caldillo de congrio
con el ruido titilante de las estrellas.
Cuando callas,
cuando estás ausente,
cuando me gustas.

¡Ay, corazón!

Tú,
que me buscas como mosca borracha,
que no te complicas con el sabor del vino.

Tú, 
que no eliges cepa ni cosecha,
no es tu voz la que me toca.
Porque las moscas no hablan, corazón.
La que me toca es tu sombra,
es la brisa,
es tu espuma.

Y eres oscuro
porque somos oscuros
y así se aman las cosas oscuras.
Hasta el infinito,
hasta devolverle lo prestado a las tristezas
y pintar de sepia las sonrisas.

Y a mí.
A mí, que tanto me gusta complicarme.
Me siento,
te miro
y pregunto.
Incesante y desesperadamente
pregunto.

Yo,
que te quiero como quiso un Nobel.
No tengo pasta de musa
ni silencios para callarme.
Tampoco tengo paredes
ni techos para roerme las uñas.

Apenas me alcanza el diccionario
para inventarte las virtudes
y me sobra humildad ajena
cuando se te desbordan las ganas de olvidarme.

A veces me quieres, lo sé.

Y yo,
que no sé cuándo me quieres,
que te robo el desvelo a gritos.

¡Ay, corazón!

¡Ay, si fueras mío!
Ahora que no eres ajeno.

Y yo,
que no sé dónde me quieres,
que me complico,
que creo saber cómo me quieres y cómo no.

Yo, 
que pienso y no existo en la luz
si no me la escondes.

Y tú, 
que no te complicas
porque a veces me quieres.

Sí,
me quieres.

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