lunes, 6 de septiembre de 2010

No contemplen mi muerte


No contemplen la veracidad de mi muerte
cuando sea yo, quien ría de la filantropía
absurda de sus lágrimas deshechas.
No seré yo quien alumbre la pompa fúnebre,
ni mi nombre, aquél que retumbe en el eco sigiloso
de tacones encerrados a media luz,
en algún otoño cercano.
Será el viento deshojándose en lluvia y no en aguacero.
Será el verbo, cuando los niños quieran salir corriendo,
cuando vean la fiesta vestida de negro,
entre bóvedas silentes de cuerpos olvidados.
Serán los viejos culpándose inútilmente
y esperando su propio tiempo,
quizás la próxima estación.
Será mi descendencia,
mi sangre vertida en ojos desconcertados
intentando abrazar un sol que insiste en despedirse
por última vez.
No contemplen la tertulia de claveles
que graban en memorias, el ataúd de madera.
Esperen al primer gusano que devolverá
lo prestado a la tierra, al fluido inmundo
de un cadáver sin propósitos ni riquezas.
No esperen recordarme,
ni siquiera esperaré la visita de un par de pies
que vagan sin un rumbo certero.
Sólo me sentaré a escribir como siempre,
pero ya sin tiempo ni prejuicios.
Sólo para morirme de pena
hasta que no exista razón que me separe de ella.

2 comentarios:

Garsil dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Garsil dijo...

Buenas tardes... ¡Sí! son mis pies,
los que estarán en tus poemas,
ellos vibran con la luz libre,
caerán en la noche lluviosa,
sonarán en expectante roca sudada,
arrancados desde su centro,
con manos impresas en lodo,
agobiados por la penumbra.
Gracias. Garsil

Peces