viernes, 19 de febrero de 2010

Cíclope de madera sin final feliz

Hoy desperté con el vaso medio vacío
recordando que me dormí sin vasos ni cigarros en la mesa.
Pude inventar una analogía
y declarar que fue tu presencia
-algo inmunda y perdida entre mis piernas-
la que invocó el trago amargo del licor sin hielo.
Esa amargura que deja la delicatesse
de un café manchado de tintas
y la canción olvidada de tus uñas.
Pero te vi despertar
y jugar con la sábana que dormía en el suelo;
te vi alimentar la marca de un silencio
que se hizo obra maestra en mi espalda
y te vi partir en dos
la huella que dejó el susurro de un te amo nunca escrito.
Abrí un ojo,
el otro se quedó pegado en el techo,
cerrado,
quizás llorando, pero lejos.
Con una dificultad casi inimaginable,
el cíclope de madera quemó tus pestañas
cegándote el vacío que dejaste bajo mi mano izquierda.

¿Ya te vas?
No te detengas,
que los finales felices no existen.

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