Me vi durmiéndote en días tuyos,
tan tuyos que ni siquiera eran míos.
La noche iba despertando triste
tras las campanadas de las sábanas.
-Siempre en alto el retorno del invierno
en frío y lluvia seca-
Cuando incluso tu nariz se enredaba en mis piernas,
en un campo cerrado, desentendido de ti y de mi.
Ya no importa lo que suele ser.
Se tienden en la cama la arrogancia y la estupidez
de mis manos, de mi espalda.
Frías y secas de las tuyas,
empolvadas del metal que vulnera tus recodos.
1 comentario:
Buenas tardes... A veces no estamos,
pero en la inmensidad el cielo es,
el sol estará por un tiempo,
para llegar la oscuridad.
Gracias
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